El
teniente Julián Quesada ha combatido en Ituzaingo, pero la gloria del triunfo
parece resultarle ajena. Cuando regresa a Buenos Aires pasa sus días entre
aburrido y quejoso. En el Café de la Victoria protagoniza un altercado con el
doctor Nicasio Costa, padre del teniente Juan Ramón Costa a quien Quesada ha
acusado públicamente de cobarde. La ofensa no pasa desapercibida para Nicasio
Costa, quien lo reta a duelo para lavar el honor de su hijo. Ambos se enfrentan
en los bosques de Palermo y Quesada sale vencedor.
Corría
el mes de noviembre de 1828. Son las semanas previas a la caída de Dorrego y su
posterior fusilamiento. Se anticipa un baño de sangre. La vida de Quesada corre
peligro no solo por la situación política convulsionada sino también por los
potenciales vengadores del doctor Costa. Para su protección, el coronel Lagos
lo envía a una misión. Debe llegar hasta el fuerte en donde está recluido el
coronel Andrade con su tropa, un héroe de las guerras por la independencia.
Debe entregarle una carta y ponerse bajo sus órdenes. Será acompañado hasta el
lugar por el rastreador Andrés Baigorria, un hombre que conoce el desierto como
la palma de su mano. Al principio el coronel Andrade su muestra evasivo. Es una
figura misteriosa y esquiva que elude el contacto con los habitantes del fuerte
y que se recluye en su cuarto. Pero cuando su mano derecha, el teniente
Velásquez, regresa de Buenos Aires con las nuevas órdenes, cobra un inusitado
protagonismo.
Lavalle
ha derrocado a Dorrego y se hizo cargo del gobierno de Buenos Aires. El
gobernador depuesto huye pero es perseguido y fusilado en Navarro. La orden que
Velásquez le trae de la ciudad es defender el orden y la civilización.
Aniquilar a las bandas que asolan el desierto, que roban estancias y que matan
a los hombres, mujeres y niños. Una de ellas es la que comanda Ángel Medina,
“el demonio más temible del desierto”, un asesino y ladrón de hacienda. Para
ello Andrade organiza un ejército de 200 hombres y con el saldrá al desierto
para perseguirlo. A partir de allí el relato se transforma en una narración
alucinada, casi pesadillesca, en donde el regimiento comandado por Andrade se
lanza a la persecución de un enemigo que parece no existir, pero que va dejando
a su paso las huellas de su devastadora crueldad.
El
heroísmo, los enemigos internos configurados por el aparato estatal, la locura,
el desierto como escenario privilegiado (tantas veces utilizado en las obras
decimonónicas fundadoras de nuestra literatura), la amenaza de la barbarie
sobre la civilización (en los términos del debate establecido en el siglo XIX
entre ambas categorías), son algunos de los ejes de lectura que propone esta
novela de José Pablo Feinmann.
Ubicada
en el contexto de la guerra con el Brasil por el control de la Banda Oriental, la
narración se adentra en uno de los tantos momentos claves de nuestra historia
para reflexionar sobre el sentido de la guerra, el destino de los héroes, la
soledad y la muerte. Texto nacido en el cruce de distintos géneros, en donde se
amalgaman la novela de aventuras con la histórica bajo una impronta de tintes
metafísicos, El ejército de ceniza,
publicada por primera vez en 1986, es también la historia de una épica negativa
y el reflejo de una época que no escatimó violencia y sangre.
Mario D. Foffano