Durante tres años
Pablo Simó, Marta Horvat y Mario Borla lograron mantener y convivir con un
secreto demasiado incómodo y perturbador. Solo ellos saben que debajo de los
cimientos sobre los que se levanta el edificio en donde tienen su estudio de
arquitectura, yacen los restos de Nelson Jara. Ninguno ha roto el pacto de
silencio que aquella noche aciaga, tres años antes, juraron mantener. Por eso,
cuando Leonor, una mujer joven “de zapatillas negras, jean y remera blanca”
entra en el estudio y pregunta por Nelson Jara, los miedos reaparecen y la
paranoia se actualiza. ¿Quién es esa mujer que aparece repentinamente en sus
vidas con esa pregunta tan inesperada como inquietante? ¿Cuál es su relación con
Nelson Jara? ¿Cuánto sabe de su vínculo con el estudio de arquitectura
terminado aquel día en el que su cuerpo quedó sepultado para siempre bajo
toneladas de hormigón? ¿Para qué lo busca? Tal es el punto de partida de la
cuarta novela de Claudia Piñeiro ganadora del premio Sor Juana Inés de la Cruz
en el 2010.
La autora alterna durante el desarrollo de la
trama elementos propios de la novela policial con aquellos que conforman una
crítica, a veces velada y a veces no, del ámbito social en el que los
personajes conviven. La moral de los negocios llevados a cabo a cualquier
precio, están cuestionados en la novela junto con el deterioro de las
relaciones sociales y personales. En efecto, Pablo Simó, protagonista central
de la historia bajo cuyo punto de vista se narran los hechos, es un ser
frustrado tanto en lo laboral como en lo individual. En sus ratos libres dibuja
una y otra vez el diseño de un edificio que jamás podrá construir a menos que
se desvincule del estudio para el que trabaja a las órdenes de Mario Borla. Su
mirada estética de la arquitectura, que se pone de manifiesto en los diálogos
imaginarios con un compañero de estudios en sus años de universidad, ha sido
reemplazada por una visión pragmática y mercantilista, necesaria para que las
construcciones al pozo sea un negocio rentable. Su principal función en el
estudio no tiene que ver con lo estético, sino con lo económico. Debe buscar
por Buenos Aires terrenos a precios convenientes, propiedades cuyos dueños estén
obligados a vender a valores bajos, “sucesiones imposibles” y divorcios
traumáticos cuyas partes desean vender el inmueble al precio que sea con tal de
no verse nunca más las caras. También es quien tuvo que lidiar tres años antes
con Nelson Jara, copropietario del edificio vecino al terrero en donde el
Estudio Borla y Asociados, levantará una nueva torre. Jara intentará detener la
obra debido a la aparición de una grieta en una pared de su departamento.
Personaje fascinante, delineado con certeza y precisión, Jara negociará con
Pablo Simó para que el estudio se haga cargo del problema ocasionado durante el
proceso de excavación del nuevo edificio sin el debido apuntalamiento. Irónico,
calculador, paciente, apunta sus dardos con exactitud y a la vez con sutileza.
Nada de la vida de Pablo se le pasa por alto. Atiende a todos los detalles de
su entorno, tanto laboral como familiar. Jara funciona como una especie de
detective anómalo, cuya investigación no apunta a reparar el mal sino al
beneficio propio, al bien particular y miserable que debe lograrse de cualquier
manera.
Esta moralidad mezquina abarca a los
demás personajes, en mayor o en menor medida. Una frase de Leonor funciona a
modo de justificación de las acciones dudosas de casi todos en la novela: “Todo
el mundo hizo alguna (…) más grande, más chica, pero la hizo. Y si no la hizo
ya la va a hacer, y si no la termina haciendo, se va a arrepentir”. Un juego en
el que todo vale y en el que la reglas las imponen aquellos que encuentran el
subterfugio necesario para llegar a sus metas.
Las
grietas de Jara invita a una doble lectura y habla también de las grietas
internas del protagonista, de las fisuras que se imprimen en su estabilidad
precaria hasta hacerla tambalear. A partir de la aparición de Leonor en la vida
de Pablo Simó, todas sus certezas se derrumban y ya nada será lo mismo para él.
Sus relaciones familiares dan un brusco giro. Pablo se da cuenta de que su
matrimonio no es otra cosa más que una simple apariencia, un status quo que se
mantiene a fuerza de costumbre y de rutinas. A su vez, la relación con su hija
adquiere una sinceridad hasta ese momento impensada y los revela como dos seres
capaces de abrirse, de mostrase tal cual son y de comprenderse.
El texto se lee con fluidez sin que
el interés por el mismo decaiga. Las grietas de Jara conjuga literatura policial, crítica social y
una reflexión sobre la crisis del matrimonio y de la mediana edad, en donde las
personas han recorrido un camino importante de sus vidas y de pronto se sienten
con la necesidad de replantearse caminos y de decidirse por los objetivos que
siempre desearon pero que nunca se atrevieron a buscar.
Mario D. Foffano