Jim Nash se ha
lanzado a una vida errante. Abandonado por su mujer y heredero de una pequeña
fortuna por parte de su padre, se compra un Saab rojo y dedica sus días a
vagabundear por Estados Unidos. Se siente libre. Nada lo ata a su vida pasada.
Nada deja a sus espaldas. Así, goza de su soledad y ese desarraigo que él mismo
se ha impuesto, se convierte en su única fuente de placer.
Un día recoge en la carretera a un
joven jugador de póquer, Jack Pozzi. Rápidamente se entabla entre ellos una
íntima relación. Al principio, cada uno relata sus respectivos pasados. Son dos
seres golpeados por la vida que buscan una especie de redención, algo que les
indique que la vida merece ser vivida.
Nash decide convertirse en el socio
capitalista de Jack e invierte sus últimos diez mil dólares en una partida de
póquer que, en los papeles, terminaría haciéndolos ricos. Así llegan a la
mansión de dos curiosos, excéntricos y patéticos millonarios que lograron su fortuna
gracias a un billete de lotería. Según Jack, son dos tontos a los que ganarles
su dinero no es más que un juego de niños. Tan solo unas cuantas horas de juego
alcanzarían para alzarse con una buena suma. Nash se decide y le presta su
dinero.
A partir de allí, ambos resignan su
vida errante para entrar en un ámbito sutilmente terrorífico. Llegan a la
mansión de los millonarios confiados en el éxito, pero pronto se darán cuenta
de que nada es lo que parece y que deberán resignar su libertad para someterse
a un submundo con leyes propias y cuya salida, poco a poco, se va convirtiendo
en algo progresivamente quimérico.
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