Año 2008. Es
la época de la crisis económica en la que miles de personas no pudieron pagar
sus hipotecas y fueron despojadas de sus viviendas. En este contexto, Miles
Heller, un ex universitario, ventiocho años, trabaja para una empresa que se
dedica a vaciar las casas de los desahuciados que la crisis empujó a la calle.
Es un joven sin ambiciones, sin un futuro trazado, que abandonó a sus padres
luego de dejarles una breve nota y se marchó de Nueva York. Ahora reside en
Florida y se mantiene con lo mínimo. Su cámara de fotos, con la que retrata
“los objetos, las pertenencias olvidadas, las cosas abandonadas” que encuentra
en las propiedades vacías, y sus libros, son sus bienes más preciados. Un día,
azarosamente, conoce a Pilar Sánchez, una adolescente de dieciséis años con
quien inicia una relación. En la joven, Miles proyecta aquellas ambiciones que
una vez dejó de lado y se hace cargo de todas las aspiraciones de la chica: la
ayuda a conseguir una buena beca en la universidad, tiene absoluta confianza en
ella y cree en su capacidad para la medicina. Todo se trunca cuando Ángela, la
hermana mayor de Pilar, comienza a extorsionar a Miles. El sabe que esa
relación con una menor lo puede llevar a la cárcel. Entonces decide dejar
Florida y no regresar hasta que Pilar cumpla la mayoría de edad. Bing Nathan,
un viejo amigo suyo, le ha escrito y lo ha invitado a convivir junto con un
grupo de ocupas en una casa abandonada ubicada en Sunset Park, un modesto
barrio de Brooklyn. Miles regresa, así, no solo a un espacio geográfico (Nueva
York), sino también a su pasado: el que abarca tanto a su familia como a sus
amigos. Esta es la idea que subyace en el entramado de Sunset Park, la última novela de Paul Auster.
Quienes siguen las historias de Auster,
seguramente guardan en su imaginario un mundo reconocible conformado por
diversos elementos que le dan forma a una poética que se ha transformado en una
marca indeleble asociada a este autor. Sunset Park no es la excepción a esta
regla. Bien podría pensarse que un autor que sigue un determinado patrón a lo
largo de toda su obra, a lo sumo con ligeras variaciones, está condenado a
agotarse rápidamente. No es éste el caso de Paul Auster, quien, con esta novela,
confirma su capacidad para construir tramas impregnadas de un imaginario
reconocible: la incursión del azar, personajes que rompen con todo para
sumergirse en una vida errante, el viaje como forma de escape y, a la vez, como
vehículo que conduce al personaje a un descubrimiento de si mismo, utilización
de tramas cruzadas y de estructuras no lineales cuyos componentes se van
encastrando con el desarrollo de la historia, multiplicidad de puntos de vista,
etc.
En la revista Ñ del 30 de Abril, dice Joyce Carol Oates refiriéndose a esta
novela: “comedia melancólica de idealistas ingenuos y poco prácticos que son
derrotados por la obstinada realidad del Estados Unidos contemporáneo en su
decadencia económica, política y social” (p. 6). En efecto, Miles Heller, protagonista
central, es un joven que carece de ambiciones y vive estancado en un presente
sin visión de futuro. Acosado por la culpa de la muerte accidental de su
hermanastro, abandona Nueva York luego de escuchar a escondidas como su padre y
su madrastra Willa discutían sobre él en duros términos. Ese fue el comienzo
del autoexilio, el inicio de un viaje que será de ida y de vuelta.
Miles se establece en Florida durante siete
años y medio, allí se mantiene con pequeños trabajos y conoce a Pilar Sánchez,
una muchacha de quien se enamora. Aquí aparece el azar como modo de unir los
destinos de los diferentes personajes, un procedimiento habitual que Auster
utiliza asiduamente en la construcción de sus tramas: “Ella sentada en el
césped, leyendo un libro, y él también sobre la hierba con otro libro en la
mano, que por casualidad era el mismo que ella tenía. El gran Gatsby, que él leía por tercera vez desde que su padre se
lo regaló al cumplir los dieciséis años”, que también por casualidad es la
misma edad que tiene Pilar. La relación hace que Miles salga del pequeño mundo
en el que vive aislado para involucrase en el destino de la chica. Pero ese
vínculo peligroso que establece con ella y que incluye el contacto sexual, es
utilizado por Ángela, la hermana mayor de Pilar, para sacar ventaja de ello.
Acosado por su extorsión, a Miles no le queda otro camino que emprender el
regreso a Nueva York para esperar la mayoría de edad de Pilar. Bing Nathan, un
amigo suyo con el que siguió manteniendo un contacto epistolar, le habla de la
casa en Sunset Park: “Bing le informa que ahora vive en una zona de Brooklyn
llamada Sunset Park. A mediados de agosto, ocupó con un grupo de gente una casa
abandonada frente al cementerio de Green-Wood y desde entonces viven allí como
inquilinos ilegales”. Lo invita a ocupar
una de las habitaciones de la casa y Miles ve en esa oportunidad una
posibilidad de retorno a un mundo del que alguna vez formó parte. La novela regresa al escenario neoyorquino y
allí se transforma en un atractivo retrato grupal, en donde los diferentes
personajes cargan, al igual que el protagonista, con el lastre de su pasado, la
inestabilidad de su presente y la incertidumbre de su futuro.
Conoceremos al mencionado Bing
Nathan con su eterno descontento y su posición irreductible en contra del
sistema establecido. Descree de la política y no canaliza su inconformismo a
través de acciones directas. Para Bing, Estados Unidos de América “está
agotado, el país ya no es una propuesta factible”. A su entender la noción de progreso
es nociva, pues solo ha promovido en la sociedad la cultura del usar y tirar,
alimentada por el ansia de rentabilidad de las empresas. Por lo tanto, rehúye
de los avances tecnológicos (celulares, computadores, televisores) y se sumerge
en su propio presente acaparado por el espíritu del pasado. Montó su propio
negocio al que llamó El Hospital de los Objetos Rotos, en donde repara objetos
destinados a desaparecer: máquinas de escribir manuales, juguetes a cuerda,
relojes mecánicos, etc.
Alice Bergstrom, una de las tantas
víctimas de la crisis económica, perdió su departamento e, imposibilitada para
pagar un alquiler, decide sumarse al grupo de ocupas. Odia a su cuerpo porque
supone que esos kilos de más que lleva son los causantes de la indiferencia de
su novio Jake. Está escribiendo una tesis de doctorado cuyo tema es la cultura
estadounidense en los años posteriores a la segunda guerra mundial. Para ella
analiza textos y películas relevantes de esa época, una de las cuales es Los mejores años de nuestra vida, un
film de William Wyler. Abandonó su puesto de docente en la Universidad de Queens
para poder dedicarle más horas a su tesis y tomó un trabajo de medio tiempo en
el PEN American Center. Allí se involucra en una campaña para liberar al
escritor chino disidente Liu Xiaobo. El grupo de ocupas se completa con Ellen
Brice, una aspirante a artista que trabaja en una inmobiliaria de Brooklyn.
Está intentando superar una crisis depresiva ocasionada por un aborto que se
practicó unos años antes. Los cursos de pintura que toma en la escuela de
bellas artes han cambiado su perspectiva y por primera vez, luego de mucho
tiempo, ve la posibilidad de un futuro para ella.
Dentro del ámbito familiar de Miles
conoceremos a Morris Heller, su padre, dueño de una editorial, la Heller Books , en la que solo
publica “libros valiosos”. El sello parece destinado al fracaso. La crisis
provocó que la cantidad de títulos que se publican por año disminuyan, y el
principal objetivo de Morris es manejar la situación financiera de la editorial
sin necesidad de despedir a los empleados. Como consecuencia de haberle sido
infiel a su segunda esposa y madrastra de Miles, Willa, ella parte hacia
Inglaterra, sumando así un nuevo abandono: el de su primera esposa, el de su
hijo y ahora el de Willa. Morris, a lo largo de todo el texto, permanece con la
íntima esperanza de que su hijo regrese y se reconcilie con él.
El
otro personaje clave del entorno familiar de Miles es su madre Mary-Lee Swann,
una actriz abocada al ensayo de una obra de teatro de Samuel Beckett, Los días felices. Abandonó a Morris a
los seis meses de haber nacido Miles y se divorció de él para casarse
nuevamente.
La aventura casi romántica de los cuatro
ocupas termina abruptamente. Luego de haber ignorado las sucesivas órdenes de
desalojo, son empujados con violencia hacia la calle por la policía. Miles
pierde el control de si mismo y golpea a uno de los agentes, indignado por el
trato que éste le había dado a Ellen y Alice. Huye de la casa y se oculta por
un breve tiempo. Finalmente, tanto Ellen como su padre Morris le aconsejan que
se entregue. Miles se niega y decide volver a escapar de Nueva York para
retomar su vida errante, alejándose nuevamente de su padre, aunque esta vez
reconciliado con él.
Parece ser que el único destino seguro para
Miles Heller es una vida de vacíos, desencuentros y soledad. En este sentido no
se diferencia demasiado de los otros protagonistas de la obra de Paul Auster.
Poco a poco, Miles se va sumergiendo en las aguas agitadas por su propia inmadurez.
Rodeado por un mundo en decadencia y por una sociedad que no ofrece demasiadas
salidas para las crisis que ella misma alimenta, Miles se configura como el
prototipo del desencanto, como un sujeto inmerso en el desaliento, como uno de
los tantos exponentes de una generación carente de sueños.
Mario D.
Foffano
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