En
principio podría tratarse de una típica película de terror a lo Stephen King.
Tenemos a un escritor con una buena historia por escribir y posibilidad de
convertirse, una vez publicada, en una celebridad y “pasar al frente”. Para
lograrlo, se instala en una casa apartada de todo ubicada a la vera de una
carretera por la que no circula casi nadie. Tiene dos hijos: Ashley, a quien le
gusta llenar las paredes de su cuarto con extraños dibujos y Trevor, quien
sufre una especie de sonambulismo. Su llegada al nuevo hogar no es nada
auspiciosa. La primera visita que recibe es la del sheriff del lugar quien lo
invita amablemente a mudarse a otro lado. Sabe que es un escritor de casos
criminales y que ha llegado allí para investigar la muerte de toda una familia
(salvo una de sus hijas que permanece desaparecida). El policía no quiere que
alguien venga a revivir una historia que la comunidad intenta olvidar. Pero
Ellison, el escritor en cuestión, persistirá en su intento por más que el
policía quiera sacarlo del medio. Sabe que la masacre de esa familia es la
historia que necesita escribir para reivindicarse como escritor. A todo esto
hay que agregar que la casa en la que acaba de instalarse es aquella en donde
han muerto cuatro de los cinco miembros de aquella familia, colgados todos de
la rama de un árbol ubicada en el fondo del terreno. El prefiere investigar in situ, en el mismo lugar de los
hechos, solo que esta vez le ha ocultado ese detalle a su esposa. Lindo coctel
para empezar. Pero cuando Ellison descubre en el ático de la casa una caja que
contiene un proyector y unas latas de viejas películas en súper 8, ya nada será
igual para él. Ni para su familia.
Algunos elementos que hacen que esta
sea una buena película de terror: una banda de sonido que ayuda a la creación
de climas; el uso eficaz del fondo de campo (da la sensación de que lo esencial
sucederá allí y no en lo que está en primer plano); el uso de los claroscuros
que ayudan a mantener la tensión; los maquillajes y la actuación de Ethan
Hawke, quien supo interpretar la obsesión del personaje de manera convincente.
Otro de sus méritos es que Sinister
no abusa de los golpes de efecto. El espectador no pega demasiados saltos en la
butaca, pero jamás dejará de sentirse perturbado ante una historia por demás
inquietante.
Mario
D. Foffano
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